martes, 10 de septiembre de 2013

De hormigas y hormigueros en la Educación.

HORMIGAS Y HORMIGUEROS EN LA EDUCACIÓN

Partiendo del hecho de que una hormiga sepa cómo coger la cáscara de la pipa, cómo acomodarla entre su tórax y su abdomen, transportarla con enérgica decisión, que sepa caminar al ritmo elaborado en que lo hace el resto de sus iguales, que sepa emplear sus antenitas para decodificar la onda que vibra en su frecuencia receptora, que tenga la orientación suficiente para no perderse del rastro que sale y entra de su hormiguero, etc. Partiendo de que esto se haya aprendido, ¿qué nos garantiza que la hormiga va a funcionar con suficiente cohesión como para que no se rompa la cadena de trabajo?


Hace ya algunos años, demasiados, que durante los años que prosiguieron a la guerra, Menéndez Pelayo publicaba unos fascículos educativos. El Gobierno de entonces decidió propagar su obra porque el contenido tenía un valor educativo muy demarcado políticamente. Pero sobre todo, religioso y católico. 

La educación trasmitió esos valores con mucha dedicación y llegó a todas las familias. Ahora, el motor de toda lógica vital en esta sociedad no lo abastece la técnica de saber cómo saber. 

Sino de los objetivos globales, dónde se quiere llegar, qué PARTE somos de todo esto que nos rodea, en qué apartado mundial nos encontramos y cómo llegar a la cabeza. 



En cualquier caso, la escuela antes dotaba de conocimiento al alumno. Mientras tanto, en los medios de la enseñanza se procuraba el trasvase político y religioso. Ahora, la verdad es que los profesores se devanan los sesos para enseñar técnicas acerca de cómo aprender lo que antes se aprendía sin más, pero, ¿para qué quieren saber aprender, si al terminar los estudios, siendo expertos en la técnica, no sabrán en qué usar esa técnica, qué aprender o para qué aprenderlo? Hace falta un camino que oriente los diferentes estadios de la educación.