lunes, 17 de diciembre de 2012

HOY MARTES EN "ESPACIO LITERATURA: 
 ¿Qué es Literatura? _Preguntó el alumno...  

Así empieza nuestro relato de hoy, creado a partir de la hisotoria de un poema, cuyo autor es William Ernest Henle. y su poema Invictus.



 Out of the night that covers me, 
Black as the Pit from pole to pole, 
I thank whatever gods may be
 For my unconquerable soul. -
 In the fell clutch of circumstance 
I have not winced nor cried aloud. 
Under the bludgeonings of chance 
My head is bloody, but unbowed. - 
Beyond this place of wrath and tears
 Looms but the horror of the shade, 
And yet the menace of the years 
Finds, and shall find me, unafraid. 
It matters not how strait the gate, 
How charged with punishments the scroll, 
I am the master of my fate; 
I am the captain of my soul.  


William Ernest Henley ha pasado a la historia de la literatura inglesa como poeta, y esencialmente por ser el autor de este poema, incluido en el que fue su último libro, In Hospital, publicado en el mismo año de su muerte, ocurrida cerca de Londres en 1903. El poema se titula “Invictus” (escrito en el año 1875), y es el poema que Nelson Mandela se recitaba a sí mismo cuando llegaban los momentos peores a lo largo de su terrible cautiverio en prisiones sudafricanas por su lucha contra el racismo y el apartheid.  

Inspirado en el poema y su autor y todas las secuencias que acontecen al mismo, se ha extraido un relato breve: que empieza así...

 ... ¿Qué es Literatura, se preguntaba el alumno?...
 
_ Los libros, _le respondió Manolo, sacándolo de su ensimismamiento.
Juan entonces, haciendo hincapié en lo que le acababa de decir Manolo, fijó su mirada sobre la portada del libro de física cuántica, y se quedó pensativo. Manolo, que no solía percatarse nunca de nada, se quedó mirando a su amigo con cara de sarcasmo y una sonrisa.

_ Anda, que… tienes unas preguntas tío. _Le dijo.

Juan, sin hacer caso a las alusiones del bobo de su amigo, sacó del bolsillo un papel arrugado, y lo volvió a leer.

Más allá de la noche que me cubre 
negra como el abismo insondable, 
doy gracias a los dioses que pudieran existir 
por mi alma invicta. […]
 
En ese momento oyó un extraño silencio, un tanto sospechoso. Al levantar la vista toda la clase estaba girada en dirección a Juan. El niño, que se había quedado absorto entre las letras escritas en ese pliego, no tuvo más remedio que entregar el trozo de papel a Doña Mª José, (La pitillo que la llamaban), que esperaba indignadísima con los brazos en la cintura y cara de acelga a que Juan respondiera la pregunta que le había formulado repetidas veces.
La profesora de lengua desapareció triunfal, con el papel del muchacho arrugado entre sus dedos, tras su mesa de roble llena de infinidad de papeles amontonados. Pero todavía le pidió inútilmente que respondiera la pregunta, Juan no había escuchado lo que le habían preguntado.

_ Bueno, en vistas de que tú ya sabes perfectamente este tema y no necesitas atender, vas a salir a la pizarra y vas a escribir en letras bien grandes lo que está escrito en este papel.

_ ¡No! _Gritó juan desconsolado_, eso nunca.

_ ¿Cómo has dicho, mocoso? Ahora mismo vas a ponerte a escribir el contenido de este papel o te encerraré en el armario.

_ Me da lo mismo, devuélveme mi papel, no tienes derecho a quitármelo. Me lo ha dado mi padre.

_ ¿Tu padre? Pero si tu padre está preso por delincuente, tu padre está pagando condena porque es un conflictivo, así acabarás tú.

_ Mi padre no es conflictivo, sólo defendía la dignidad de mi madre, el mosso la golpeaba sin escrúpulos, maldita bruja, tú no sabes nada, estás acostumbrada a esconderte detrás de tus normas escolares. _ Juan conocía muy bien la historia de su padre, él se la había contado hace mucho tiempo, cuando se lo llevaron, y sabía que era cierta.

_ ¡Al armario he dicho! Y esto no quedará así, mañana mismo quiero ver a tu madre.

Cuando el niño entró en el armario y la llave fijó la cerradura, Juan se sentía indignado. No paraba de darle vueltas a la imagen de su padre cuando lo fue a visitar a la prisión ese fin de semana. Se le antojó un ser feliz, a pesar de la oscuridad de la cárcel, de la humedad y el frío, a pesar de la gente que le rodeaba y del odio de los guardias. Su padre le había asegurado (y su padre nunca mentía), que aquello no era un lugar muy especial, pero que no estaba solo, había hecho amigos. Y había conocido quien más le estaba ayudando, la Literatura.

_ ¿Qué es?

Era ese papel, le había respondido su padre, aquellas palabras le daban fuerzas para dibujar un mundo fantástico en el que poder sentirse bien cada día. Juan entonces recordó lo que Manolo le había dicho. Recordó de nuevo el libro de física cuántica y se extrañó. Entonces, se mordía el labio con furia mientras cavilaba en sus polémicas y angustiosas dudas. Poco a poco iba dominando su indignación por la actitud de la profesora, cuando de repente sonó el intenso timbre de salida al patio. En ese momento Juan sintió el alivio del fin de su tortura, pero la espera se hizo eterna.

Cuando el sonido de las sillas y las voces de los niños se fue amainando, Juan agudizó más el oído. Los restantes ruidos parecían provenir más bien del exterior del aula. Fue cuando Juan quiso saber si quedaba alguien en la clase. Pero no se atrevió a moverse.

Los minutos restantes se hicieron extensos. Le parecieron horas, ya no pensó, sencillamente golpeó suavemente la puerta del armario desde el interior. Después más fuerte hasta terminar gritando que por favor le sacaran de allí. Entre tanta negrura y desesperación, no supo en qué momento había empezado a llorar, pero ahora sus lágrimas fluían con desolación por sus mejillas, en medio de un minúsculo espacio duro, frío. La ira, el miedo y la preocupación dieron lugar a un ataque de pánico. Respiraciones ahogadas y llenas de ansiedad asfixiaron el tórax del muchacho y empezó a convulsionar de forma intensa, sobre el terrazo del interior del armario.

Unos minutos más tarde quedó en el suelo. El ritmo cardiaco y respiratorio Empezaron lentamente a recuperar su constancia habitual. El niño respiraba, pero no se levantó, permaneció tendido en la loza del interior del armario reponiéndose del agotamiento del esfuerzo. Entonces volvió en sí, como un sueño donde la gente le hablaba desde un vapor blanco de nubes, recuperó la memoria. Recordó que tenía esa enfermedad que su madre le había dicho aquél día en que visitaron a su tía, cuando se detuvo el ascensor y él se quedó sin respirar, su madre le vencía animándole para que resistiera hasta que alguien fuera a buscarlos. Pero él notaba que se ahogaba. Que no podría permanecer más así. El calor le apretaba la garganta y no le dejaba respirar. Su madre le abanicaba mientras hablaba con los de mantenimiento que habían respondido a la llamada de auxilio que indica el botón rojo del ascensor de casa de su tía, (era la primera vez que había utilizado ese botón para una emergencia real, había llegado a pensar que existía únicamente para poner a prueba la tentación de los muchachos y averiguar la resistencia de no pulsarlo durante el viaje en el ascensor).
Juan notaba que el corazón se empezaba a agitar recordando lo que le sucedía al estar en lugares cerrados y pequeños. Sabía que los alumnos no volverían hasta después de la clase de Educación Física. Pero no tenía más fuerza, pensó en su padre y en lo triste que se sentiría de no verlo más. Entonces sintió rabia contra su profesora, rabia contra su madre que nunca le apoyaba en las disputas de clase, pero no tenía más fuerzas.

En su mente se dejó vencer, ya no podía tirar de la respiración sonora y cada vez más comprimida al pasar por su garganta. La tensión del cuello le cerraba el paso y cansaba el músculo. La última imagen que quiso retener fue la de su padre. Recordó el papel que le había dado ese fin de semana, lo había leído tantas y tantas veces para hallar en él el concepto de Literatura, que ya lo había memorizado y saboreó sus letras en el pensamiento.

Más allá de la noche que me cubre 
negra como el abismo insondable, 
doy gracias a los dioses que pudieran existir 
Por mi alma invicta. 

(Reflejó la oscuridad del armario y tuvo la certeza de que el poema se refería a él) 


  En las azarosas garras de las circunstancias 
Nunca me he lamentado ni he pestañeado.
 Sometido a los golpes del destino 
Mi cabeza está ensangrentada, pero erguida. 

(Súbitamente se sintió avergonzado de haber llorado, poco digno). 


  Más allá de este lugar de cólera y lágrimas 
donde yace el Horror de la Sombra, 
la amenaza de los años Me encuentra, 
y me encontrará, sin miedo. 

No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino: 
Soy el capitán de mi alma.
 
Juan relamió una y otra vez el significado de esas palabras y abrió ante él un sinfín de caminos fuera del fúnebre armario. Volvió a repasar lentamente el significado de sus estrofas, y poco a poco se convirtió en un joven valiente, luchador; comprobó sus músculos rodeados de venas que le llenaron de fuerza, era él, él era el gran capitán de su alma, que aunque estaba encerrada en la sombra y la oscuridad de armario, tenía un poder inmenso e inmortal, y dibujó el final de la lucha, en la que salía del armario y se las recitaba palabra a palabra a la malvada pitillo las letras del papel de su padre. y lo imaginó a él, preso como lo estaba el niño Juan, pero libre en su interior.

Juan se sintió sano, fuerte, y más fuerte todavía que antes de entrar en el armario y haber aprendido la respuesta a su pregunta...


                                                                                                        Vanessa R.R.

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